¿Qué cosa es la tristera? Es, desde luego, la palabra que da título al poemario de Fernando Trejo publicado por Funámbulo. También es una palabra inventada, o mejor dicho, descubierta por el mismo Trejo, pues quien realmente la inventó fue su pequeña hija. Le correspondió, también, dar cuenta de ese descubrimiento, en uno de los poemas más logrados del libro. Tristera por tristeza. Una manera infantil de nombrar a la tristeza. ¿Y será solamente eso, una forma de nombrar a un sentimiento habitual? ¿O será una forma distinta de la tristeza, una forma que tiene Trejo de nombrar a su tristeza?
Me gusta más esta segunda alternativa. Porque la palabra justa se le apareció al poeta en circunstancias que le son a él enteramente propias, cuando necesitaba una palabra con la cual delinear sus emociones. Y porque la simple palabra tristeza no le alcanzaría para ese propósito. Ya diré por qué.
Quizás aquí debo aclarar de qué va Tristera. El poemario se ocupa de la muerte del padre del poeta y del dolor que esta muerte trae consigo. Justo ahí empieza la distancia entre la tristeza y la tristera. La tristeza es un sentimiento, y como tal, pasajero, un estado recurrente entre los varios posibles de la vida. Hoy sientes tristeza, mañana no. La tristera, en cambio, es un hallazgo: una vez que la descubres, una vez que la vives, se queda contigo, se vuelve un rasgo tuyo, uno que se puede reconocer entre otros rasgos. Tristera, el libro de Trejo, es el recuento de una ruptura en la vida del poeta, la crónica de un antes y un después. El poeta y los suyos han sido tocados por la ausencia y esta se les vuelve consustancial. Toca en adelante ver el mundo con ojos de tristera (tienes “tristera en los ojos”, dice la niña del poema; y el poeta, unos versos más adelante, consciente ya de su nueva condición, anota: “Vive uno la nueva norma / de vivir en lo triste”). Si el libro se hubiera llamado Tristeza, entenderíamos que su asunto es un estado de ánimo, algo que viene y va, una anomalía, algo que sana. Pero se llama Tristera, y eso es otra cosa. Es la nueva norma. Es vivir en lo triste. Es un temple nuevo y definitivo para el espíritu.
Me reconozco en la vulnerabilidad del poeta Trejo. Yo también —todos, llegados a un punto de la vida— traigo tristera en mi ser. Leo a Trejo desde mi propia fragilidad. Sus memorias son, en cierto modo, las mías. Encuentro ahí una virtud del libro de Trejo.
Pero creo que la fuerza evocadora de los poemas de Tristera no viene nada más de la vulnerabilidad compartida. Viene también de la decisión de estilo que el poeta tomó. Trejo es tan mesurado en su escritura, y sus emociones afloran de una manera tan nítida, tan transparente, que no hay forma de que el lector se distraiga de lo dicho. Y esa manera despojada de mostrar las cosas, sin apenas ornamento, deja apreciar la sinceridad de la voz poética. Los poemas del libro calan muy hondo. He tenido que preguntar al autor mismo si lo que en los poemas se cuenta es del todo verídico, pues tanta verosimilitud me sorprendía y conmovía. Y sí, todo era cierto. Hay momentos de Tristera que parecen el guion preciso para una escena de cine, con los detalles necesarios para saber dónde colocar la cámara, dónde cortar, qué gestos pedir a los actores. Tristera es a veces el documental de un acontecimiento íntimo. Y como es íntimo, apunta al núcleo humano en el que todos podemos reconocernos.
No acabaré estas líneas sin mostrar mi aprecio por un supuesto que el autor asume en el ejercicio de su oficio de poeta: que en la poesía todo cabe y cabemos todos, incluso y quizás sobre todo los pequeños acontecimientos, las personas en su pequeño pero profundo devenir. No se necesita que el mundo se derrumbe para que acontezca el poema: basta con que se derrumbe el mundo propio, a escala personal, para que la poesía encuentre un cauce. Trejo reivindica el valor intrínseco de los pequeños afanes humanos. Como cuando cuenta la aparición, en apariencia trivial, de la palabra tristera. O como cuando vuelve a casa (el eterno tema de la vuelta a casa, el regreso otra vez a la pequeña Ítaca) para anunciar, con nada más que el silencio, la noticia de la muerte del padre. Pequeños hallazgos en los que siempre, tocados también por la tristera, vamos a poder reconocernos.
Renato Tinajero

Renato Tinajero es un escritor mexicano nacido en Ciudad Victoria, Tamaulipas, en 1976 y radicado en Nuevo León. Es autor de poemas, cuentos y ensayos, profesor universitario y coordinador de talleres literarios. Es Licenciado en Filosofía por la Universidad Autónoma de Nuevo León y Maestro en Educación Superior por la Universidad Metropolitana de Monterrey. Mereció el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes por el libro Fábulas e historias de estrategas (publicado por el Fondo de Cultura Económica en 2017). Su libro más reciente es Todas las ballenas (publicado por Medusa Editores en 2021). Ha sido jurado en diversos certámenes de poesía nacionales e internacionales. Imparte conferencias sobre literatura y poesía. En el año 2012 fue becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Desde el año 2022 es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.