Un tornillito más… por Mikhail Carbajal

Un tornillito más…

La cartuchera de Chéjov de Mikhail Carbajal

En la maquinaria de cualquier organización —ya sea una fábrica, una escuela o una dependencia gubernamental—, el recurso humano no debería ser un simple engrane intercambiable, sino el alma que da sentido al movimiento. Sin embargo, cuando las empresas descuidan la capacitación, la sensibilización y el desarrollo de sus equipos, condenan a sus colaboradores a convertirse en eso: tornillitos, piezas anónimas que, ante la primera falla, serán reemplazadas sin mayor reflexión.

El sector educativo, paradójicamente, suele ser de los más rezagados en esta materia. Como profesor de Modelos Educativos, en la Universidad Metropolitana de Monterrey, envié a mis alumnos —jóvenes adultos ávidos de aprender— a visitar facultades de diversas Instituciones Educativas de Monterrey y su área conurbada. En algunas escuelas el trato fue digno, útil, cálido. Celebro a la Udem, la U-erre, las Normales Miguel F. Martínez y Moisés Sáenz Garza, que fueron pragmáticas y respetuosas, también y sobretodo al Tec de Monterrey, en donde colaboro como profesor también en nivel Medio Superior, porque es ávido y centrado en compartir y enseñar sobre su propio Modelo Educativo.

Lamentablemente, cosa contraria debo decir de mi Alma máter, la Universidad Autónoma de Nuevo León, en cuyas facultades de Odontología, Psicología e Ingeniería Mecánica y Eléctrica su visita fue agridulce, aun estando en periodo vacacional para los estudiantes. Lo que encontraron fue desolador: en algunos lugares, recibieron miradas suspicaces, respuestas cortantes o, peor aún, el silencio absoluto de quienes los trataron como intrusos. En un par de casos, incluso los acusaron de «espías». ¿Cómo es posible que instituciones dedicadas a formar profesionales carezcan de la más básica cultura de servicio? La respuesta es clara: nadie les enseñó a atender, a escuchar, a humanizar su trato. Recibir con caras largas y querer reducir toda visita, que a ninguno de mis alumnos les resultó sencilla, a darles un folleto y a que chequen en la página no es congruente con lo valores de una universidad de excelencia.

Si una empresa —o una universidad— no invierte en capacitar, en fomentar valores como la empatía y el trabajo en equipo, y en crear ambientes donde las personas se sientan valoradas, está condenada a la mediocridad. Peor aún, está enviando un mensaje cruel a sus empleados: eres prescindible. Y sí, todos somos reemplazables en términos técnicos, pero lo que distingue a una organización memorable es justo lo que no puede clonarse: el compromiso genuino, la calidez, la inteligencia emocional de quienes la integran.

Y te lo digo a ti, trabajador universitario, compañero administrativo, cuerpo directivo, como los artistas y cantantes se deben a su público, nosotros nos debemos a la sociedad en general. No olvidemos nunca eso. La universidad no sólo genera conocimiento, hace comunidad.

El internet que conocimos —aquel de interacciones auténticas— murió ahogado en contenido automatizado. No permitamos que lo mismo le pase a las instituciones. Porque cuando el trato humano se vuelve optativo, todos perdemos. Y al final, sin darnos cuenta, terminamos siendo solo un tornillito más en una máquina que ni siquiera recordará nuestro nombre.

Mikhail Carbajal

Escríbeme a mikhailcarbajal@hotmail.com

Mikhail Carbajal (Durango, 1991)

Es licenciado en Letras Mexicanas por la UANL y Maestro en Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación. Es poeta y narrador. Autor de “Dividir el desierto” “Ciudad enteramente re-construida” y “Uno es el número mínimo de personas para hacer un dueto”. Es el creador del proyecto “La gramática del meme” reconocido en 2023 por el Senado de la República como proyecto que fomenta la cultura en la juventud. Fue becario del PECDA Durango en 2023 y lo es ahora en 2025.

 

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