Descripción
Qué hace o qué sucede para que un estado como Nuevo León, tan afecto a proclamar los logros de su gente, desdeñe a uno de sus hijos más preclaros y lo hunda de una vez y para siempre en el anonimato. Un poeta que desde los albores del siglo XX publica sus poemas, los cuales son saludados en su tiempo con beneplácito; un dramaturgo que a los 19 años estrena su primera obra con bombos y platillos; un joven que no deja de escribir profusamente en sus primeros años, dando a luz obras dramáticas del nivel de Esclavos, y una novela de la misma época, El manso, por otra parte muy difícil de hallar. Carlos Barrera ha sido para mí una suerte de obsesión desde que mi colega teatral Luis Martín me compartió su perfil de dramaturgo. Acostumbrada por elección ética a trabajar con los bordes, las periferias, los personajes históricos olvidados, los acontecimientos que la Historia oficial no quiere recordar, el regiomontano que nadie nombra, ese fantasma que aparece de súbito para difuminarse de inmediato, me pareció la aventura más seductora. De modo que me obstiné en encontrar sus huellas y seguir sus pasos lo más acuciosamente posible. Esta publicación da prueba de ello. (Coral Aguirre)