Descripción
Sergio Pérez Torres pone su dedo índice en el poema. Detiene la angustia. Nos dice que una palabra basta para contener el silencio, esa vieja parvada que brota de las venas y que ruge como sangre que es hambre y hombres.
Estos poemas ante los límites de la contemplación son un muro derrumbándose, o quizás son los ojos, los que al hervir, derriban la vista. Los restos, esas palabras que huyen del naufragio y del deseo, son ideas que durante el libro persiguen nuestro tacto. Y es que el poeta yace bajo miedo cuando ese alguien huye, y espera una caricia sobre el hombro para saber que todo es efímero y que ante cualquier parpadeo, la poesía, acecha. Sergio Pérez Torres nos muestra una poética que va y viene por el pasillo de las cavidades cardiacas, y no duda en afinar su gusto por los leones ante el vapor de la intolerancia que hunde barcos y a veces recuerdos.
Este libro, además de riscos, convida a estrellar el rumbo para asir el incendio y escribir con la ceniza, el cuerpo perdido del sol. Como un Diógenes, Sergio Pérez Torres, irá lector por lector, hurgando, hasta confirmar que el tiempo de un reloj es una fiera indomable, y que la única posibilidad de recuperar sus vestigios yace en recoger los restos del amor. Atenta invitación a remover en nosotros las viejas barcas que nunca arribaron y que ni siquiera tuvieron huella en lo ancho de nuestras playas. O quizás lo contrario, ver de frente el desastre y saber que ese ciclón aún nos devora como un león, como un hambre interminable.
— Armando Salgado