Algunas palabras sobre Dividir el desierto

Algunas palabras sobre Dividir el desierto

Jorge López Landó1

Hablar del verso del señor Carbajal, amante de los felinos, se asemeja al recorrido por un mar de cardenches, esas plantas cactáceas que cuando uno las pisa brincan y se clavan en las pantorrilas. Si se corre con suerte, uno sale bien librado, herido, pero con vida. Aquí, significante y significado son criaturas áridas al acecho, cada una por su lado.

Y es que los poemas que integran ‘Dividir El Desierto’ son olas por las que uno navega buscando asirse de algo para no ser devorado por ese monstruo que es el poemario.

Resalto un par de versos:

hay una máxima en estas tierras:

todos los muertos se deshidratan.

Aquí, en el apartado 4, se encierra lo que muchos, malditos por la poesía beat, pero al mismo tiempo beatificados, leemos y nos hiere. Una verdad en la que se oculta, quizá de manera involuntaria, el verso proyectivo que va directo a la yugular, arrancando el invierno e insertando un verano constante.

Carbajal no olvida esa frontera que lo forjó y que permanece en su obra, lista para sorprender a quien se deje, en el apartado 7:

Tú, dios frontera,

línea recta;

sirviente de sí mismo.

No te quejes de ti.

Estamos ante la obra de un poeta consumado que le exige a su pluma estrofas fuertes y profundas, de una carga honesta y por demás plagada de una añoranza por un desierto que, ante mis ojos, tanta falta le hace, convirtiéndose en ese paraíso del que no se quiere despedir jamás.

Si algo puedo leer en esta obra, es una nostalgia que más que dolorosa, es fruto de ese apego por lo que fue y resultó benéfico, es esa tabla de salvación convertida en refresco o mejor dicho, en cerveza helada en un desierto de versos tan salvajes y feroces, porque solamente así es como entiende Carbajal la poesía, como un ente que nos atrae tanto que nos atrapa.

Bien dijo Sabines: ‘cuando la poesía te toca, te chingaste para el resto de tu vida’. Y en ese sentido, Carbajal nos mete en una jaula mientras leemos este poemario, donde insisto, encuentro similitudes, aunque breves y quizá producto de mi fetichismo, con la generación beat.

Prueba de ello, el apartado 15:

Buscan,

hormigas negras

y hormigas rojas

saltar tus mallas.

Luego la frontera, ya en Tijuana, la bestia que todo consume hasta el tuétano, en el apartado 4:

Y el gabacho dice:

Not today. Not right now,

I´ve got a hangover,

no money left.

E insiste:

No money left to comprarte that shit.

Ahorita no, gracias.

Vamos navegando en la arena bajacaliforniana, divagando por esas calles con olor a recuerdos agrios, entre artesanías y algunas balas. Nos topamos con espinas no de nopal, sino las que están en la frente de un Cristo al que le rezan los campesinos.

Después un coyote, dos. El de cuatro patas y el de la siesta, porque así dormimos a trote de caballo muerto, como en el verso del apartado 43. Junto a un cerro y cerca del cactus que no debería existir, como las fronteras en el desierto.

Pero esta frontera la ideó Carbajal, es suya y nos la comparte.

Somos sus cómplices mientras nos hundimos en la arena, ya sea de playa o desierto. Ambos paraísos están aquí.

Hundámonos en esta división del desierto.

1 Jorge López Landó

Nació el Miércoles 26 de diciembre de 1973 en Ciudad Juárez, Chihuahua, México. Es periodista, traductor y docente. Ha participado con poesía, narrativa, ensayo y crónica en diversas publicaciones nacionales y extranjeras. Es autor de los poemarios ‘De Mónica o el revólver’, ‘Mónica odia el bossa nova (pero los fines de semana baila swing)’, ‘Mónica abre el rompecabezas de fuego (y descubre que aún hay jazz)’ y la plaquette ‘El día que Art Blakey murió’. También es coautor junto con Mario A. Alcalá de la colección de cuentos ‘Lupus’.

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