Algunos poemas de los participantes del taller «Señales de vida del espacio interior», impartido por Renato Tinajero

Ha concluido el curso-taller de poesía Señales de vida del espacio interior que en febrero y marzo impartí en línea para Funámbulo. Al inmenso placer de conversar en torno a la poesía y aprender de la misma junto a los colegas asistentes (pues de eso se trata un taller, de aprender juntos), debo añadir el deleite no menor de comprobar cómo la poesía se abre paso desde las palabras, igual que una escultura se abre paso desde la piedra: tan sólo hay que quitar y pulir las lascas, las esquirlas indicadas, para liberar el arte que siempre estuvo ahí, aprisionado, listo para volverse visible. De la prisión de las palabras salen estos poemas de quienes me acompañaron en la aventura. Que los lectores me acompañen también y compartan mi alegría. (Renato Tinajero, marzo 2024).



1. Mercedes Varela



(Sin título 1)


Sus trinos

alborotan mi mañana

en el tendedero brillan

piedras preciosas.

Casa / invernadero.

Los perros duermen

−despierto al trajín−

la carne chilla

se encoge

entre burbujeantes salsas

Aromas / sabores.

Afuera el naranjo florece

el sillón espera

Pedazos de nube

humedecen las plumas

No hay más trinos

solo gotas de agua

como piedras preciosas

Los perros ladran

el gato se aleja.



(Sin título 2)


Ayer

mi barrio

entre vecinos

matatenas /canicas/ colgajos multicolores

de papel de china

muñecos sin párpados

charlas banqueteras de sillón a sillón

gritos /jonrón /¡gol!

Duérmete niño, duérmete ya

que viene el viejo y...

Hoy

un barrio

igual a otros barrios

calles

iguales a otras calles

casas y niños en serie

por donde camino

juegos / armas / pelotas

paraíso limitado de cristal

llanto /silencio /secreto

Duérmete niño, duérmete ya

vives con el viejo y ...

Por la tarde

virtualidad

no hay vecinos ni sillones

saludos / sonrisas de vidrio

emojis / memes / chats

en ese cielo

la nube es tecnología

Por la mañana

el trabajo

la realidad

Camino por una calle

igual a otras calles

me confundo entre la gente

igual que otra gente.




2. Samuel Sierra



Duelo por partir


Ahora mi cuarto es una ciudad que no conozco.

Ando por sus calles empapado de frío,

aquí tan lejos.


Largos pasos por el pasillo triste,

alguien me ofrece pan,

alguien entona un himno,

pero, ¿quién canta,

quién abrió su puerta?

¿Con quién comparto esta casa?



Humo sucio


Hay un mar gris, caliente

sobre estas casas.


Nuestro hijo, infausto aborto

de ceniza.


Arden los gritos negros de la urraca.

Y hay un odio, profundo

como mal tiempo,

como alarido.




3. Rosa Montenegro



Irresolución


La noche se expande en el ocaso del puerto,

ella siente en la penumbra cómo su aliento se desvanece,

quiere deshacer el nudo del dolor.


El viento susurra antiguos secretos,

un eco de pasos desvanece el adoquín

pesado de amargura,

busca respuestas en la oscuridad.


A lo lejos, un faro graba su escritura en el espacio y el tiempo.


Noche en la bahía, lienzo sin trazos,

desde la negrura que envuelve su cuerpo tembloroso,

se busca en la luz del mar y en el viento.



Tonal


Parada frente al mar, la arena abraza mis pies descalzos, y percibo las olas que me llevan hacia el punto donde el horizonte se fusiona entre cielo y mar. Me transformo en navegante de estrellas. En este instante de éxtasis, no discerniría si mis venas son canales de polvo estelar o si el agua misma fluye en mis arterias, donde mi sangre late en armonía con las mareas.

Mi pensamiento se expande como un universo en su apogeo, y abarca combinaciones de experiencias. Las galaxias se multiplican en mi mente, la fragmenta en miles de millones de mundos. Me veo vagar y surcar mares desconocidos, donde habitó otra carne, otra vida, otro ser.

En un suspiro, vuelvo a mi rincón de tiempo, consciente de que pertenezco a este lugar donde las gaviotas realizan su danza antes de sumergirse en busca de su almuerzo marino. Aquí, el sol, generoso pintor del día, ilumina mi cabello y convierte mi piel en un lienzo salpicado de pecas, como diminutas constelaciones.

Desde mi atalaya en la costa, observo los barcos que navegan, custodios de secretos. Transportan consigo cargas de alegría y tristeza, entrelazan historias en cada ola que rompe contra sus cascos. Los niños ríen mientras la espuma cálida del mar acaricia sus manos.

Así, en este momento suspendido entre lo terrenal y lo etéreo, entre el vaivén de las olas y el vuelo de las gaviotas, encuentro mi lugar. En esta danza de elementos, soy un reflejo de la inmensidad que me rodea, una viajera, apenas un fragmento.




4. Mariena Padilla



Hacer la vida


Te fuiste por la senda paralela al río

arrojando cardos / piedras que borraran

cualquier señal.

nadie te halló

tus perros salieron con las cabras

a buscarte en la noche

en el desamparo forzoso de un silencio

que enfría los huesos de los árboles

y congela la curva de la luna.

te fuiste porque

qué ibas a hacer mirando

el dormir imperturbable de la tierra

sus granos apretados

por un sol volcánico.

ante el paisaje

de vuelos anhelantes de los buitres

y la danza

del fuego consumiendo los campos

iniciaste la marcha

porque la vida era un grito

una grieta oscura

un amansar el miedo de tus muertos.


Sigue

llega más allá del litoral,

de este lado

se queda el frío del desierto

las tristezas

la vieja sed.


camina firme sobre el puente

como persona elegida por los dioses

y no te vuelvas alimento de nadie



Tarea


Qué hacer con un cuerpo así de grande

dónde ponerlo

acomodar su estirpe sin tropezar.

pesado como un librero

como una ballena a mitad de la cocina.

En cambio, si fuera poca cosa

una medusa

un protozoario

siempre habría un hueco donde meterle,

ignorar su ruido


Pero siendo como es

algo tan sólido, un olmo,

habría que pensar en algo

sin vuelta atrás:

llevarle al bosque

dejarlo a la intemperie

a que el viento, el sol hicieran su tarea

redujeran su tamaño

diluyeran la densidad de su negrura

y ya no tuviera nada que hacer entre nosotros



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