Cinco poemas de Charles Simic

El día de hoy (9 de enero del 2023) nos lamentamos por el sensible fallecimiento del gran poeta Charles Simic. Y aunque resumir su obra en cinco poemas pudiera parecer casi blasfemo, a manera de humilde homenaje les compartimos una pequeñísima parte del legado que nos deja el ganador del Pulitzer de Poesía en 1990.

El Tigre


En memoria de George Oppen


En San Francisco, ese invierno,
había una pequeña y oscura tienda
llena de Budas somnolientos.
La tarde que entré
nadie vino a saludarme.
Estaba parado entre los sabios
como si tratara de leer sus pensamientos.

Uno era enorme y hecho de piedra,
unos pocos eran del tamaño de la cabeza de un niño
y tenían manchas de color sangre seca.
Incluso había otros no más grandes que un ratón,
y parecían estar escuchando.

“Los vientos de marzo, vientos negros,
los arenosos vientos”, escribió el poeta muerto.

Al ocaso su calle estaba vacía
excepto por mi larga sombra
abierta ante mí como tijeras.
Su casa estaba donde yo conté la historia
del soldado ruso,
ése que parecía chino.

Yacía herido en la cama de mi padre,
y yo le llevaba agua y fósforos.

A cambio de eso me dio un pequeño tigre
de marfil. Su hocico estaba abierto de cólera,
pero no tenía rayas.

Hubo una noche en que yo pinté
sus ojos de negro, su lengua de rojo.
Mi madre sostenía la lámpara para mí,
preocupada por el tipo de suerte
que esta bestia podría traernos.

El tigre en mi mano rugió suavemente
cuando estábamos solos en la oscuridad,
pero cuando puse mi oreja en la puerta del poeta
esa tarde, no escuché nada.

“Los vientos de marzo, vientos negros,
los vientos arenosos”, escribió una vez.

Pareja de viejos

Esperan a que los maten,
O los desahucien. Pronto
No tendrán nada para comer.
Mientras tanto, están sentados.

Creen que un dolor violento está por llegar.
Empezará en el corazón
Y subirá hasta la boca.
Los llevarán en camillas, aullando.

Esta noche vigilan la ventana
Sin dirigirse la palabra.
Ha llovido, y ahora parece
Como si fuera a nevar un poco.

Lo veo levantarse para bajar las persianas.
Cuando su ventana se queda a oscuras,
Sé que su mano ha alcanzado la de ella
Justo cuando iba a encender la luz.

Salmo

Has estado mucho tiempo decidiendo,
Señor, al respecto de estos locos
Que controlan el mundo. Su largo alcance
Y sus garras deben haberte asustado.

Uno de ellos me encontró con su sombra.
El día se puso frío. Yo oscilaba
Entre terror y valentía
En la esquina más oscura del cuarto de mi hijo.

Te busqué con mis ojos, Tú en quien yo no creo.
¿Te has ocupado embelleciendo las flores,
Haciendo correr los corderos tras sus madres,
O no has hecho acaso ni siquiera eso?

Era primavera. Los asesinos estaban llenos de buenas
Intenciones y alegría, y tus sacerdotes
Estaban justo a su lado, para asegurarse
Que nuestro último adiós se dijera apropiadamente.

Último picnic

Antes de que lleguen las lluvias de otoño
Vayámonos de picnic una vez más
Ahora que las hojas cambian su color
Y la hierba sigue verde en algunos lugares

Pan, queso y algunas uvas negras
Deben ser suficientes,
Y una botella de vino tinto para brindar por los cuervos
Intrigados de encontrarnos ahí sentados.

Si hace frío –y lo hará– voy a estrecharte.
La noche llegará temprano.
Miraremos al cielo, esperando encontrar una luna llena
Para iluminar nuestro camino a casa.

Y si no hay ninguna, pondremos toda nuestra fe
En tu caja de cerillos
Y mi sentido de la orientación
Mientras nos vamos a tientas por la oscuridad.

Guerra

El dedo tembloroso de una mujer
Recorre la lista de víctimas
La noche de la primera nevada.

La casa está fría y la lista es larga.

Todos nuestros nombres están incluidos.

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