El poeta Fernando Trejo ganó el Premio Primeros Juegos Florales de Comitán Raúl Garduño 2020 con Las armas que me dejó la guerra, y con gusto les compartimos cuatro poemas de este libro que fue editado en Guatemala por Metáfora Editores, en noviembre de 2022.
Alicia Vikander
Su víctima que no es su víctima, se llama Alicia. Cierra los ojos sin desprenderse del canto de las manos de su madre. Descalza el ritmo que le suena en la cabeza como una sábana de esquirlas. Peter abre marrones los ojos y frente a ella tiende una alfombra de pétalos rojizos. Retrocede en uno, dos, algunos pasos. Cuando sabe que el color de la suerte ha sido echada, acomoda el arma, enfoca, analiza el rostro de la joven Alicia, que es un rostro como de llanto a lo lejos, un llanto como hacia adentro por donde se logra ver una tristeza alargada, una tristeza de cristales que lloran al caer. Pero Peter afina con los ojos abiertos, y es débil el amanecer. Sin embargo dispara y hace luz.
Anastasia Ignatova
El disparo trasciende, bufa. Peter lo sabe. Atora sus codos frente al mar. Su áspera y escaza barba lija en la arena las deshabitadas huellas de Anastasia. Cierra el ojo izquierdo y enfoca dentro del ojo de la muerte: viento, nubarrones. Es poca la distancia para los pies de Anastasia. La marea azota palmas y aves. Sombras sumergiéndose en la arena para salir en el agua, sombras abiertas dibujando pájaros silentes. La arena sube por su barba como una horda de hormigas caníbales. Pero quieto, vuelto estatua, Peter exhala el tiro, una, dos, tres veces.
Desaparecen las huellas de Anastasia, pero ella camina y a su paso difumina la imagen. Una tropa de ángeles marinos la abrazan.
Charlotte Rampling
Un disparo es un trazo, un recorrido, una línea invisible. Es medio día y Peter se estaciona, a mitad de la azotea con vista a un campo de futbol. Respira, Peter, con sus setenta y tres años encadenándolo a la oscuridad: al blanco y negro de su juventud. Una mano se alarga para alcanzar los hombros de su lejana historia. Golpetea el color y la tarde se nubla. Es una especie de Dios en la mirada. Prepara el trazo, la clase de pintura que Günther usaría. Lienzos y más lienzos suturándole el iris de los ojos. ¿Por qué he de llorar esta tinta? Se limpia la nariz con el torso de sus manos.
El disparo es un trazo que abusa de silencio.
Y aparece Tessa, abuela transparente, que sorbe, quizá, también ese trayecto en su café. Su mirada lo abraza desde lejos. Sabe que es él. Pero Peter tiene ya en el dedo el sino: volverla infinita, delinearla en el marco de la eternidad. Detrás de una ventana, la abuela Tessa corre la cortina para asomar los años que le ofrece, le besa con la mano en el aire. Pero dos tiros fuman en su boca. Y estalla de color su corazón lejano.
Helen Mirren
Un disparo habla. Puede entrar en los ojos, acariciar el llanto. Es un fragmento del espacio. Un cariño vertical como el amor que dos árboles profesan. Un disparo es un instante que condena. ¡No volverás a repetirte, Peter! Es único. ¡No volveré a repetirlo! Y ahí, en la misma azotea con vista al campo de futbol, Helen, que visitaba a Tessa, tira por la ventana un poco del horror y se hunde en el cuenco que los cuervos han hecho de su imagen. Las nubes de esta escena picotean algo de lluvia y Peter aprovecha, en su inmovolidad, accionar el arma y cubrir de arcilla a la emblemática Helen, que con un manto de piedra, apenas logra sonreír.
Sobre el autor
Fernando Trejo (Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1985). Es autor de Solana, Ciervos, Base Atenas, Tristera, entre otros. Los poemas de esta selección pertenecen a su libro Las armas que me dejó la guerra, que obtuvo el primer premio estatal de los Primeros Juegos Florales de Literatura Comitán Raúl Garduño 2020. El libro fue editado por Metáfora Editores en noviembre de 2022, en Guatemala.